Una estudiante de séptimo semestre en la pequeña ciudad de Villavicencio ansiosa por querer vivir una experiencia diferente a su realidad, una en la que no dependiera de sus papás o hermanos, con los que acostumbraba a compartir siempre sus momentos de alegrías o crisis. Como todos los días vivía una monotonía que la llevaba de la universidad a la casa, sin cambios que hicieran diferente sus días, de clase en clase, acostumbrada a un estilo de vida bastante cómodo a simple vista, pero en el fondo ansiaba vivir nuevas experiencias, vivir algunos cambios que quizá le ensañarían como era en realidad el mundo en el que vivía.
Un día en una reunión de estudiantes como era de costumbre en cada semestre de su vida universitaria, ofertaron una posibilidad de vivir una experiencia como estudiante en el extranjero, la idea resonó en su cabeza durante toda la reunión y al parecer sus expresiones faciales demostraron el interés que tenía por vivir aquella experiencia, de esta manera llamó la atención del director de relaciones internacionales, decidido a proponerle viajar como estudiante al extranjero. Nombró un listado de países llamativos ante cualquier estudiante, llenos de culturas totalmente diferentes, de viajes, personas, gastronomía y demás, una experiencia casi que irresistible, sus palabras eran tan convincentes que la convencía de aceptar viajar a un solo país, uno que entre el listado resaltó ante sus ojos, España podría ofrecerle una experiencia inolvidable.
Tomar esa decisión implicaría que debía dejar todo y aprender a vivir una realidad completamente diferente, en un país en el que estaría sola, donde tendría que hacer las cosas por si misma, además donde gastaría el triple de lo que normalmente gastaría en un semestre; cada vez que lo pensaba, lo dudaba, habían pequeños detalles que la hacían cambiar de parecer, entonces empezó a tener en cuenta la decisión de rechazar aquel viaje, pero también el hecho de que a veces los riesgos traen buenas experiencias.
A último momento decidió aceptar aquella oportunidad que sin duda le cambiaría la vida, una aventura completamente desconocida, pero ansiosa por lo que viviría en el futuro. Al llegar al aeropuerto de Madrid se dio cuenta que la opción de arrepentirse ya no existía, ya no podría volver a Colombia como si nada, sino que debía enfrentar su realidad.
Las nuevas experiencias sin duda empezarían desde el momento en el que llegó a Madrid, en los detalles más mínimos y que seguramente no se esperaba. Se sentía segura de si misma, era un país que hablaban el mismo idioma, así que no tendría problemas por ese lado, pero llegó el momento en el que debía subir a un autobús que la llevaría de Madrid a Valladolid, la gran ciudad donde viviría su máxima experiencia, justo en ese momento se dio cuenta que quizá el hecho de que hablaran el mismo idioma no sería una ventaja, debido a que su confusión empezó con una palabra tan simple como «plaza», para ella plaza en su país es un lugar totalmente diferente que normalmente vende comidas o alimentos para hacer mercado, pero allí al parecer se referían al puesto en el que vas sentado o el que has reservado, definitivamente las cosas cambiaron desde los más pequeños detalles.
Al llegar a Valladolid vivió lo que muchos llamarían la primiparada en léxico colombiano, iba tan segura como si fuese una experta en conocer las calles de aquella ciudad, creyendo que pronto llegaría a su nuevo hogar, pero antes de eso no contaba con que tendría que pasar un mal momento, no contaba que se perdería sintiéndose tan pequeña en una gran ciudad totalmente desconocida, entrando en pánico e imaginando diferentes escenarios en el que se vio así misma viviendo en la calle, aguantando frio hasta morir, se imaginó que no volvería jamás a su casa ni volvería a ver su familia, el pánico se apoderó de sus pensamientos, haciéndola sentir que era el fin de su aventura, la mejor salida sería si se calmaba y buscaba ayuda, entonces decide entrar a una tienda, con miedo y hablar con la señora que se encontraba en aquel lugar, para luego decir «estoy perdida», aquella mujer fue como si se tratase de la mentora escogida para ese momento en específico, accedió a ayudarle, buscó las soluciones posibles y la encaminó hacia su nuevo hogar.
La sensación de estar perdida en aquella ciudad no se desvanecía, la soledad la invadió, pasó de estar en una casa con su familia a estar en una habitación completamente sola, una realidad difícil de enfrentar, aprender hacer las cosas por si misma fue un desafío que debía afrontar. Los cambios en su vida fueron extremos, sin embargo, cada uno de ellos dejaría aprendizajes para su vida.
Al pasar de los meses aprendió a disfrutar cada momento y verlo de forma positiva, mejoró habilidades básicas que quizá antes no tenía, se sintió parte de una ciudad que ya conocía, caminar por sus calles la hacían sentir segura al saber que sabía en que parte estaba parada exactamente, las experiencias que vivió al principio le mostraron una nueva perspectiva, una independencia que con el pasar de los tiempos disfrutaría, la soledad desapareció y se sentía bien consigo misma, extrañaba su hogar pero era consciente que estaba viviendo una realidad que debía disfrutar porque se terminaría en un par de meses.
Conoció muchos lugares de aquel país, paisajes de los que resultó enamorada, una cultura que la dejó fascinada y sin duda conoció personas increíbles de diferentes países, un intercambio cultura que sin duda no hubiese vivido al rechazar la oferta de vivir una experiencia en el extranjero como estudiante.
Seis meses se pasaron muy rápido y como algunos ciclos en la vida tiene su fin, su hogar la esperaba, su familia y amigos la extrañaban, era el momento justo de volver a aquella ciudad de la que un día soñó salir, de volver a disfrutar su entorno con aquellos que amaba, el fin de su aventura había llegado.